Años de formación Kőrösi Csoma Sándor —o Alexander Csoma de Kőrös, tal como firmaba sus cartas en inglés— nació en 1784 o quizá, según investigaciones más recientes, en 1787 o 1788 1 en Transilvania, en el pueblo de Kőrös, región de Háromszék (hoy Chiurus, Rumania). Empezó sus primeros estudios en la escuela local. Al acabarlos no entró en el servicio de guardia de frontera, obligatorio para los jóvenes de aquella zona fronteriza de Transilvania y que casi duraba una vida, sino que gracias a la intervención de su padre se le permitió continuar los estudios en el colegio Bethleniano de Nagyenved (hoy Ajud, Rumania), el reconocido centro de educación protestante de Transilvania. Debió ser principalmente por la educación gratuita que ofrecía el colegio que su padre le envió allí, a una distancia de más de 300 km. de su Kőrös natal. Csoma empezó sus estudios básicos en 1799, con los que adquirió el dominio del latín y el griego. Aquellos estudiantes que recibían educación gratuita —los llamados gratistae— pagaban la estancia por medio de duros trabajos físicos en el colegio. Aunque la familia de Csoma no estaba entre las más pobres, él tenía que buscarse su propio sustento. Y lo hacía sirviendo como criado a sus compañeros estudiantes más ricos y enseñando durante las vacaciones en la escuela del cercano Szászváros (hoy Orăştie). A los 22 años, tras superar con éxito sus exámenes, pasó a los cursos superiores y se convirtió en un respetado residente del colegio, un academita o patricius. Gracias a sus excelentes calificaciones, su situación financiera también mejoró. Ganó una beca del Príncipe de Transilvania, convirtiéndose en uno de los llamados principistae, y fue también designado profesor de los cursos básicos. Por siete años prosiguió sus estudios ‘académicos’, atendiendo a tres cursos de filosofía y cuatro cursos de teología. Fue sin duda en este período cuando se familiarizó con las diversas teorías sobre el origen de los húngaros, entre las cuales, tanto la teoría huno-avaro-húngara como la idea de las relaciones con los uigures, popular en aquel tiempo, tenían adeptos entre los profesores. Csoma, al partir al encuentro de la antigua patria húngara y de los húngaros «dejados atrás», basó probablemente en estas nociones su idea de que los encontraría en algún lugar del Asia Central o entre los uigures. En cuanto al dominio de idiomas de Csoma, aparte de latín y griego aprendió también hebreo y francés en el colegio, así como alemán y rumano en los asentamientos sajones y rumanos próximos. Acabó su educación superior en 1814 y permaneció un año más en Nagyenyed elegido director del autogobierno de los alumnos del colegio. En 1815 gano la llamada «beca inglesa» del colegio, con la que fue, en el febrero siguiente, a la Universidad de Gotinga. Esta universidad, con sus profesores de prestigio internacional y su rica biblioteca, ofrecía a Csoma excelentes posibilidades de ampliar sus conocimientos. Además, por la expansión de las colonias y el número creciente de viajeros-investigadores y aventureros, los estudios orientales se estaban definiendo entonces como materia de estudio independiente y un número de reputados representantes tenían cátedras en Gotinga. Uno de ellos, el famoso biblista y orientalista Johann Gotfried Eichhorn 2 era también el responsable de los asuntos de los estudiantes provenientes del colegio de Nagyenyed. Él fue quien enseñó árabe y turco a Csoma, y quien llamó su atención sobre la importancia de las fuentes históricas árabes en relación con el origen de los húngaros. Cuando Csoma más tarde se instaló en Constantinopla para estudiar las crónicas árabes, fue guiado muy probablemente por las informaciones recibidas de Eichhorn. En Gotinga encontró otra versión de la teoría uigur, elaborada por el renombrado orientalista Julius Heinrich Klaproth, 3 según la cual todo pueblo ugro/ogur, incluidos los húngaros, se relaciona con los uigures. En 1818 Csoma volvió a Nagyenyed, donde anunció el plan de su viaje a Oriente. Para su desilusión, sus ideas se acogieron con escepticismo, y sus amigos intentaron disuadirle. Con todo, algunos de ellos —como Mihály Kenderesi, 4 o el entusiasta seguidor de la teoría fino-ugra Samuel Gyarmati 5 le animaron en sus planes. Fue Gyarmati quien le aconsejó aprender lenguas eslavas. Con la ayuda de Kenderesi fue a Temesvár (hoy Timişoara, Rumania) y a Zagreb para perfeccionar varios dialectos eslavos y eslavo antiguo. Al año siguiente controlaba éste de manera suficiente: como dijo, era capaz de leerlo sin diccionario y de comprender también unos cuantos de sus dialectos. A fines de 1819 dejó Hungría con un pasaporte temporal y partió al Este en busca de la antigua tierra de los húngaros. El viaje de Csoma Csoma cuenta su viaje en el informe de 28 de enero de 1825 dirigido al Capitán Charles Pratt Kennedy. 6 Por él sabemos que salió de Hungría en noviembre de 1819 y fue a Bucarest. A primeros de enero siguió viaje hacia Sofía y Plovdiv (Filipópolis). Quería llegar a Estambul (Constantinopla), pero no estaba prohibido entrar en la ciudad a causa de una epidemia, así que fue a Enez (Enos), y de aquí navegó hasta Alejandría por Kíos y Rodas. Planeaba perfeccionar en El Cairo su dominio del árabe aprendido en Gotinga, pero la peste llegó pronto también hasta allí y le obligó a abandonar Egipto. Se embarcó en una nave siria hacia Chipre, de aquí a Beirut, luego a Trípoli y Latakia. De aquí marchó a pie hasta Alepo, adonde llegó el 13 de abril. El 19 de mayo se unió a una caravana que hacía la ruta de Urfa, Mardin y Mosul hasta Bagdad. Llegó allí el 22 de julio y dejó la ciudad a inicios de septiembre para ir, vía Kermandash y Hamadan, hasta Teherán. Permaneció en Teherán 4 meses con el apoyo del embajador británico Henry Willock y de su hermano George Willock, 7 perfeccionando su dominio del inglés y el persa. En marzo de 1821 salió de la ciudad ataviado como persa, dejando sus notas y libros en Teherán. Pensaba pasar los meses de invierno en Bokara. Sin embargo, la guerra en Asia Central le forzó a estar largos meses en Meshed, y cuando llegó a Bokara, a mediados de noviembre, tuvo que dejar la ciudad en cinco días e ir con una caravana a Balkh, al sur. De aquí fue a Bamiyan, Kabul y Peshawar. Encontró allí a los dos oficiales franceses Jean-François Allard 8 y Jean-Baptiste Ventura. 9 Siguieron el viaje juntos llegando a Lahore en Marzo de 1822. Desde aquí él viajó, vía Amritsar y Jammu, hasta Cachemira. Llegó a mediados de abril y esperó hasta el 9 de mayo para seguir adelante hacia Leh. Planeaba ir —tal vez por el antiguo camino comercial a través del Karakorum— a Yarkend y seguir de este modo hacia el Asia Central, evitando el escenario de guerra afgano. No obstante, escribe, esta vía era muy difícil, costosa y peligrosa para un cristiano, y por ello, tras veinticinco días volvió de nuevo a Leh. En su recorrido de vuelta, el 16 de julio, se encontró con el oficial británico William Moorcroft, 10 que le acompañó a Leh y estuvieron juntos hasta final de agosto. Este encuentro supuso un cambio drástico en la vida de Csoma. Recibió de Moorcroft una copia del primer libro publicado sobre el Tíbet, el Alphabetum Tibetanum, de Agostino Antonio Giorgi, 11 y fue Moorcroft quien incitó a Csoma a iniciar sus estudios tibetanos. Csoma —puede que esperando encontrar nuevas fuentes para la historia de los antiguos húngaros en la literatura tibetana, que era terra incognita absoluta por aquellos tiempos, y mientras no podía seguir su marcha hacia Asia Central— se quedó en Leh y empezó a aprender el idioma tibetano con la ayuda del persa como lengua intermedia. Su primer viaje tibetano Tras adquirir los rudimentos del idioma, decidió ir a perfeccionar su conocimiento «con los muchos e interesantes tomos conservados en los monasterios», así que pidió ayuda a Moorcroft para volver a Ladakh. Acababan de establecerse relaciones diplomáticas entre los ingleses y el gobierno de Ladakh, y Moorcroft había desempeñado funciones de intermediario. Ladakh, temiendo una eventual agresión del los belicosos sijs del Punjab, no estaba en contra de un protectorado británico y esto confluía con los esfuerzos de expansión ingleses. Así, el húngaro que quería aprender tibetano se le había aparecido al oficial británico en el momento más oportuno. Moorcroft asumió la solicitud de Csoma, le proveyó de los enseres más necesarios y escribió recomendaciones tanto para el khalon —el primer ministro real— de Leh como para el jefe del asentamiento de Zangla, Sangs-rgyas Phun-tshogs, más tarde maestro de Csoma. Csoma dejó Cachemira el 2 de mayo de 1823 y llegó a Leh el primero de junio. Aquí se le dieron regalos y otra carta de recomendación del khalon, quien le encaminaba a Zangla. Csoma llegó tres días después. Kőrösi permaneció en Zangla del 20 de junio de 1823 al 22 de octbre de 1824. Allí aprendió tibetano en medio de unas condiciones tremendamente duras; y allí empezó a tomar contacto con la literatura tibetana, guiado por su maestro Sangs-rgyas Phun-tshogs, a quien él simplemente nombra como el lama en sus cartas. Ofrece un resumen de su recién adquirido conocimiento de la literatura tibetana en su segunda carta al Capitán Kennedy, fechada el 5 de mayo de 1825. En ella dice haber estudiado varias obras «de las colección en dos partes de traducciones del sánscrito» —es decir, del Bka’ ’gyur y el Bstan ’gyur, denominado el canon tibetano—, y menciona en especial un extenso glosario sánscrito-tibetano de extrema importancia en su obra. Se trata probablemente del Mahāvyutpatti, un famoso diccionario de terminología compilado en el siglo IX, 12 que compondría luego la base de la tercera, póstuma, monografía de Csoma. Csoma asentó las bases de su obra posterior en aquellos dieciséis tormentosos meses pasados en Zangla, llenos de privaciones y dureza. En este período no solo se hizo maestro en la lengua tibetana, sino que adquirió un notable conocimiento de su literatura canónica, y —como revelan su posteriores escritos y algunas cartas relacionadas con él— ya por entonces compuso también un glosario de cerca de 30.000 palabras. A pesar de todo, tuvo que dejar Zangla por alguna razón desconocida. Acordó con «su» lama que éste le seguiría a los pocos días y pasarían el invierno en Sultanpour, lejos de Leh, donde podrían continuar el estudio de la lengua en condiciones seguras. Csoma esperó varios días en Sultanpour, pero el lama no llegaba, y como el invierno estaba cada vez más cerca, bien sabía que los pasos de las montañas se harían impracticables y su encuentro se tendría que posponer hasta la próxima primavera. Disgustado, volvió a Sabathu. En otoño de 1824 se presentó al comandante militar de Sabathu, Capitán C. P. Kennedy, con la certeza de que su nombre y sus propósitos ya habían sido dados a conocer por Moorcroft a las autoridades británicas. Sin embargo, para su mayúscula sorpresa, y a pesar de la tan favorable carta de recomendación de Moorcroft, fue recibido con sospechas e inhabilitado durante varios meses. Como señaló Ervin Baktay, 13 esta prevención de los británicos se debía probablemente a las actividades de espionaje de rusos y sijs que se habían incrementado en aquel período. A Csoma le ofendió profundamente este comportamiento británico, porque él había trabajado con dureza extrema y en condiciones inhumanas durante año y medio convencido de que, según el acuerdo con el agente gubernamental Moorcroft, permanecía al servicio de los británicos; y ahora se le trataba con hostilidad. Como apunta Tivadar Duka, el «nunca olvidó este incidente».. 14 Pasaron dos meses antes de que que llegaran las instrucciones del Gobernador General británico en la India, Lord Amherst. En ellas se le ordenaba dar una relación sobre su persona, su viaje y sus planes. Entonces, el 28 de enero de 1825 escribe al Capitán Kennedy la famosa carta en que le relata en detalle su viaje desde Hungría, le llama la atención sobre la terra incognita de la lengua y la literatura tibetanas, y ofrece sus servicios a la Sociedad Asiática de Bengala. La respuesta del gobierno demoró varios meses, pero aprobaban la solicitud de Csoma. Desde esa fecha entraba también oficialmente en el servicio británico y se le otorgaba además una pequeña paga mensual de 50 rupias. Los británicos le aceptaron y él trabó una amistad de por vida con el Capitán Kennedy, que había sido tan reticente en su primer encuentro. También se le admitió en la vida social de la colonia inglesa de Sabathu y, como él mismo recordará más tarde, al ser un extranjero peculiar, tuvo una serie de experiencias desagradables en aquel rígido y trivial ambiente burgués. En una nueva carta de las autoridades se le pedía una exposición acerca de la relevancia de su trabajo y de los resultados previstos. Respondió el 5 de mayo de 1825 relatando sus actividades en Zangla arriba mencionadas. Aunque tanto este como posteriores escritos incluyen algunas ideas, especialmente algunas etimologías, que luego se han demostrado falsas, esta carta es la primera nota que contiene nociones auténticas sobre el budismo tibetano y su literatura. Aparte de una alusión a su glosario de 30.000 palabras y de una breve descripción de la estructura del canon tibetano, Csoma también cuenta que ha logrado comprar una serie de libros tibetanos y, lo que es más importante, algunos de ellos fueron expresamente redactados a petición suya por los lamas. Esto significa que los famosos manuscritos después llamados Libros de Alexander se prepararon durante su primera estancia en Zangla. También menciona haber realizado extractos de algunas obras cronológicas, históricas y geográficas, y finalmente pide permiso a las autoridades para continuar sus estudios con la guía de su lama en Zangskar. Su demanda es aceptada por el gobierno y el 6 de junio de 1825 Csoma se dirige de nuevo al Himalaya. El segundo viaje al Tíbet Extrañamente, Csoma no fue inmediatamente a Zangskar, sino —como relata más tarde en una carta a Kennedy— a la provincia de Busahir (Kannaur), bajo dominio británco —esperando encontrar allí una «persona inteligente» que le pudiera ayudar a continuar sus estudios tibetanos. Sin embargo, como comprobó amargamente, la región estaba habitada mayoritariamente por hindús —o «semi-hindús», como él los llama— que aborrecían a los tibetanos y veían con desprecio los antiguos monumentos budistas de la provincia. A pesar de todo, encontró una copia del canon tibetano pero sin la presencia de una «persona inteligente» no tuvo más remedio que volver a su lama en Zangskar. Este intermedio en Busahir indica que Csoma podía haber planeado sus estudios con otro lama además de Sangs-rgyas Phun-tshogs. No porque Sang rgyas fuera una persona poco erudita, pues también sabemos por las relaciones del amigo de Csoma, Dr. James Gilbert Gerard 15 que era una persona instruida y ampliamente respetada. Y también es cierto que no hubo desacuerdos personales entre ellos: en uno de los libros de Alexander, el lama llama al «discípulo extranjero» su amigo. Así, Csoma proseguía su camino por los terrenos cada vez más duros y empinados a través de Spiti y Lahul hasta Zangskar, y llegó al pueblo de Tetha (o Tesa). Aquí tuvo que esperar unas seis semanas hasta encontrarse con su maestro, que «había salido por asuntos propios a los páramos tibetanos». A su vuelta firmaron en un acuerdo por escrito continuar sus estudios en el monasterio de Phugtal, no lejos de Tetha. Pero los acontecimientos no casaban con los planes de Csoma, ni tampoco con aquel acuerdo escrito. Como lamenta amargamente en carta escrita el 26 de agosto de 1826 al secretario de la Sociedad Asiática de Bengala, H. H. Wilson, «Después de mi llegada no fui tan afortunado como esperaba cuando dejé Sabathu. El lama era muy descuidado en su enseñanza y solo pasaba un breve rato conmigo. Desde entonces no he sido capaz de encontrar a nadie más que me ayude a cumplir mi propósito». También expresaba su preocupación por no poder acabar con la buena calidad requerida todo lo que había prometido, pero añadía que ya poseía los conocimientos y el material suficiente para componer una gramática y presentar una parte de la literatura tibetana «con objeto de estimular a los investigadores del futuro para que se adentren en el estudio de esta rama de la literatura asiática». Decepcionado y temeroso de fallar en su compromiso con los británicos, Csoma salió finalmente de Ladakh y volvió a Sabathu en enero de 1827. «He consumido dinero y un tiempo precioso», escribe a Kennedy el 18 de enero de 1827 sobre sus estudios en Phugtal. No obstante, este segundo viaje a Zangskar no había sido del todo en vano. En su carta menciona haber llevado consigo «una serie de autorizados, aunque no muy voluminosos, libros impresos sobre gramática, cronología, astronomía y filosofía moral», además de «algunos extractos de obras de cronología, geografía e historia de la literatura» hechos por él y, a petición suya, por el lama. A pesar de todo, por no haber completado en el plazo pactado el trabajo emprendido, los británicos suspendieron su apoyo económico a Csoma. En mayo de 1827 Kőrösi informaba a la Sociedad Asiática que marcharía a Bashir por tres años más para acabar la compilación de su diccionario. El Gobernador General le dio el permiso y le otorgó una pequeña paga de 50 rupias mensuales. El tercer viaje de Csoma Csoma emprendió el tercer viaje en Agosto de 1827. Esta vez fue al monasterio de Kanam a continuar sus estudios con el lama Sangs-rgyas Phun-tshogs. Ahora los estudios progresaban sin problemas y con buenos avances a pesar de unas condiciones muy modestas y severas. El viejo amigo de Csoma, Dr James Gilbert Gerard, fue allí a visitarle y relataría luego sus experiencias en una carta escrita a un amigo, en 1829. Escribió que Csoma vivía en una pequeña choza cerca del pueblo, rodeado de libros y con perfecta salud. Aunque todavía recordaba las ofensas recibidas en Sabathu, confiaba en que el Gobierno Británico estaría satisfecho de los resultados de su trabajo. Gerard también transmitió la amargura de Csoma, que se sentía completamente abandonado y olvidado, e insistió en que el gobierno tenía que proporcionar al estudioso húngaro tanto ayuda financiera como los libros necesarios para su obra. La Sociedad Asiática hizo todos los esfuerzos para satisfacer inmediatamente la solicitud de Gerard. Doblaron la paga mensual de Csoma y le pidieron que hiciera una lista de aquellos libros que precisaba. Sin embargo, para gran asombro de los británicos, Kőrösi rechazó todas las ayudas diciendo que ahora, cuando ya estaba a punto de acabar su trabajo, ya no le hacían falta para nada. Los tres años de privaciones en Kanam produjeron al fin sus frutos: Csoma completó lo que había prometido. Compuso el primer diccionario y la primera gramática tibetana utilizables, preparó una versión inglesa del Mahāvyutpatti, el glosario de términos budistas, y recogió una gran cantidad de material de diversos campos de la literatura tibetana, suficiente para varias monografías. En otoño de 1830 dio su última despedida al lama y volvió a Sabathu. Al año siguiente ya estaba en Calcuta, donde preparaba la publicación de su obras y trabajaba como bibliotecario de la Sociedad Asiática de Bengala, catalogando el gran número de libros tibetanos enviados por el embajador británico en Nepal, Brian Houghton Hodgson (1800-1894). Al mismo tiempo, publicaba con regularidad en los anales recién fundados de la Sociedad, Asiatic Researches. Finalmente, en 1834 publicó sus obras maestras, la gramática y el diccionario tibetanos. En el prefacio del diccionario daba las gracias a todos quienes le ayudaron en su viaje y se presentaba como un investigador que había partido a buscar los orígenes del pueblo y la lengua húngaros pero que, a causa de su pobreza, dependió siempre de ayudas ajenas y fue en parte esta la causa de que se encaminara a los estudios tibetanos. Sobre la cultura tibetana, subraya que su mayor relevancia es haber conservado fielmente la literatura budista ya perdida en India. En el mismo prefacio expresa también su opinión —no probada rigurosamente— de que el sánscrito, aunque no en su vocabulario sino en su estructura gramatical, está conectado al húngaro y que esta investigación debe ser principalmente provechosa para los húngaros. Esta observación quería ser, con probabilidad, un mensaje a su patria para señalar que no había abandonado sus objetivos primeros y que aún su trabajo anterior estaba ligado de algún modo. Mandó 25 ejemplares de sus obras a Hungría. También devolvió la cantidad recogida en su patria, aumentándola con una suma complementaria. Con parte de este dinero estableció una fundación en Nagyenyed para estudiantes destacados y distribuyó otra parte entre los habitantes de Kőrös y entre sus propios parientes. En estos años se le otorgaron dos ilustres honores. En 1833 fue elegido miembro correspondiente de la Sociedad Investigadora Húngara, y en 1834 miembro honorario de la Sociedad Asiática de Bengala. Tras publicar su extenso estudio sobre el Bka’ ’gyur en 1835, decidió realizar un viaje de estudios a India para estudiar sánscrito y otras lenguas indias durante un par de años. Planeaba visitar el norte de Bengala, Nepal y Sikkim pero por alguna razón se detuvo en Titalia. Aquí aprendió sánscrito y bengalí en las mismas condiciones modestas que tuvo antes en los monasterios del Tíbet. En 1837 volvió a Calcuta y también a los estudios tibetanos: permanecería centrado exclusivamente en ellos el resto de su vida. En estos años le visitó el pintor Ágost Schöfft, 16 quien le hizo el único retrato auténtico que tenemos. Según su relato, Kőrösi vivía en un completo retiro, casi como un ermitaño, entre libros tibetanos, y solo se le podía apartar de ellos con un único tema, una alusión a Hungría. En 1842, sin embargo, partió de nuevo. Esta vez pretendía ir a Lhasa, la capital tibetana, y de ahí al norte de China, la tierra de los uigures y mongoles. Esperaba que en la biblioteca de los Dalai Lamas encontraría algunas fuentes sobre los remotos húngaros, o al menos sobre los uigures. En abril llegó a Darjeeling, en Sikkim, donde fue atacado por la enfermedad. Guardó cama con fiebre por varios días, hasta que el 11 de abril, de madrugada, la malaria contraída en la jungla tropical puso fin para siempre a su largo viaje. Su monumento sepulcral se encuentra en el cementerio de Darjeeling, en las laderas del Himalaya. No pudo lograr su primer propósito, y no se dio cuenta de que los uigures, allí donde tanto anheló llegar, son de hecho un pueblo de lengua turca que no ha desempeñado ningún papel en absoluto en la historia de los húngaros. Sándor Kőrösi Csoma no pudo inscribir su nombre en la historia de la investigación como el descubridor de la ancestral patria húngara. Figura, eso sí, como explorador de una civilización desconocida y fundador de una nueva rama de investigación, los estudios tibetanos. Así es como finalmente se ganó su propia estima y quizá también un poco de la del pueblo húngaro.
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