Objetivos y Logros Es bien sabido que Sándor Kőrösi Csoma pretendió descubrir la patria ancestral del pueblo húngaro y arrojar luz sobre los orígenes de su historia y de su lengua. Concibió muy pronto su proyecto, ya en los años de colegio en Nagyenyed, y empeñó después todos sus estudios al servicio de esta idea. Las muchas lenguas orientales y occidentales que dominó, todas, le servían para estudiar las fuentes originales y descubrir así más detalles sobre la historia de su pueblo. Aparte del hecho bien conocido de que los húngaros llegaron de algún lugar del Este —según la historiografía medieval, de Escitia— hasta la llanura de los Cárpatos, los contemporáneos de Csoma discutían, además, toda una serie de eruditas teorías. La más importante, a menudo mencionada por el propio Csoma, era la teoría Ugra, según la cual los nombres foráneos «ungar», «hungar» y similares, que nombran al pueblo magiar, esstarían relacionados de algún modo con el nombre de los ugros, así como los uigures, que viven en la región limítrofe de China y Mongolia, se llaman a sí mismos. Según afirma Gyula Németh, 1 esta teoría, tan de moda en aquel período, pudo llegarle a Csoma ya en el colegio de Nagyenyed por las lecciones de Újfalvy, y le sería reforzada en Gotinga por el reputado orientalista J. G. Eichhorn. 2 Fue Eichhorn quien le incitó a aprender árabe al suponer —y nosotros sabemos ahora que con toda razón— que las antiguas fuentes árabes debían contener referencias al pueblo húngaro. El mismo Csoma cuenta que primero quiso estudiar estas fuentes y que tal es la razón de que partiera en primer lugar hacia Constantinopla. Sin embargo, todos sus esfuerzos por estudiar las obras históricas árabes fallaron.No pudo ir ni a Estambul ni a El Cairo, y así, abandonando estos planes, se dirigió directamente a la supuesta patria de los húngaros en Asia Central. Después de varios intentos, las guerras en Asia Central y las dificultades del viaje le impidieron también este proyecto. No tenía más opción que abandonar su viaje a la tierra de los uigures por una largo período, y empezar a descubrir, con ayuda de los británicos, la lengua y la literatura tibetanas. La decisión no fue solo propiciada por esta restricción de posibilidades, sino también por su propia inclinación a las lenguas y las culturas extranjeras. Se dispuso, así, a explorar un terreno que era absoluta terra incognita en aquellos años. Parece que también esperaba encontrar allí algunas fuentes para la historia de los húngaros. Siguieron siete años de esfuerzos sobrehumanos y privaciones, así como de humillaciones injustas, hasta que su infatigable labor le condujo al éxito ansiado. En 1834 publicó su gramática tibetana y un diccionario, seguidos de una serie de monografías sobre temas del Tíbet. Finalmente, tras su muerte, saldría su edición del diccionario sánscrito-tibetano de terminología budista, Mahāvyutpatti, complementado con un glosario inglés. Estas tres obras, más 24 monografías, constituyen la producción de Csoma. A causa de su carácter exploratorio y de su calidad sobresaliente, gozan de un alta estima entre los investigadores, incluso hoy día. Sin embargo, debemos señalar que mientras la investigación occidental reconoce en general a Csoma como fundador de los estudios tibetanos y estudioso honesto e infatigable, la opinión pública húngara le considera un personaje que fracasó en el logro de sus objetivos, o que erró en sus estudios lingüísticos guiado por falsas etimologías y argumentaciones fantásticas. En ambos casos se ve como un acontecimiento deplorable el que se apartara de su camino inicial en favor de los estudios tibetanos. Con todo, aunque Csoma se desvió de su propósito original, lo cierto es que nunca lo abandonaría por completo. Sus cartas están permanentemente entreveradas de referencias a ello, incluyendo una serie de argumentaciones lingüísticas —normalmente falsas— sobre los orígenes y relaciones de la lengua húngara. Y esta impresión la confirman también amigos suyos, como el Dr. Gerard, que escribió tras visitarle en Kanam que Csoma pretendía aprender mongol y viajar a Mongolia. Mientras estudiaba tibetano se despertó también su curiosidad por el sánscrito, del que pensaba —y así lo expone abiertamente en el prefacio al diccionario tibetano— que debía estar relacionado con el húngaro, y cuyo estudio, por tanto, debía ser primordial y relevante para los húngaros. Por esta razón, al acabar su misión tibetana empezó a estudiar seriamente las lenguas de la India. Fue al norte de la India, a la región fronteriza de Sikim y Bután, a aprender bengalí y mahrata. No parece que obtuviera un gran éxito en este campo. Después de este intermedio nunca más se involucraría declaradamente en argumentaciones lingüísticas. Solo hizo algunas referencias cautelosas a sus amigos sobre que debía haber alguna relación entre los nombres similares de lugares de India, Asia Central y Hungría. En sus últimos años de vida volvió a Calcuta para preparar las descripciones de los más de mil libros tibetanos recogidos por el embajador británico en Nepal, Brian Houghton Hodgson. 3 En 1842 decidió partir de nuevo. Ahora el objetivo era la capital tibetana, Lhasa, donde esperaba hallar, en la legendaria biblioteca de los Dalai Lamas, fuentes sobre Mongolia y los uigures. Pero nunca llegó a Lhasa. En Darjeeling, un ataque de malaria impidió para siempre que el incansable trotamundos alcanzara aquella meta que le había llevado al Este. Las publicaciones de Csoma de materia tibetana Logros principal de los siete años de estudios tibetanos de Csoma, llenos de privación y aspereza, fue la publicación de la gramática y el diccionario tibetanos, en 1834 en Calcuta. Con estas obras pioneras nacía una nueva rama de los estudios orientales, los estudios tibetanos. Ambas obras han demostrado ser de valor permanente: se han publicado de nuevo en 1971 y en 1984. Su diccionario ha sido la fuente principal de otros posteriores más conocidos, como los diccionarios tibetano-inglés de Jäschke y de Das. 4 El único fallo está en la estructura: a diferencia de los glosarios tibetanos tradicionales y de los posteriores diccionarios occidentales (incluyendo el indio de Das), sigue el alfabeto latino en lugar del tibetano. Pero esta incómoda organización, que hace muy difícil el uso del diccionario, no es responsabilidad de Csoma. Fue una exigencia explícita de los editores, la Sociedad Asiática, que querían que la obra siguiera el sistema latino, y parece que ni siquiera el único experto en tibetano pudo disuadirles de aplicar la decisión. También la gramática de Csoma merece todos los elogios, y no solo por su carácter de avanzadilla. Aunque los métodos de la lingüística y de la redacción de gramáticas han sufrido drásticos cambios desde el siglo 19, la gramática de Csoma ha servido hasta nuestros días como fuente de ulteriores trabajos en razón de su exhaustividad y de la riqueza de materiales. No solo ofrecía una descripción de la gramática tibetana, además la complementaba con el análisis de la cronología tibetana y unas tablas cronológicas, más una colección de pasajes seleccionados del canon tibetano, expresiones del habla coloquial, y también unas litografías que mostraban los diferentes tipos de escritura en Tíbet y Nepal. Su tercera monografía, póstuma, fue un glosario sánscrito-tibetano-inglés, una versión moderna del famoso diccionario de terminología budista del siglo 9, Mahāvyutpatti, complementado con equivalencias inglesas. Ha sido considerado como un logro sin parangón durante más de un siglo. Las otras obras de Csoma también iluminan las cualidades de su genio y la amplitud de sus investigaciones. Hasta hoy, con el tibetano enseñándose en las universidades y con los textos tibetanos asequibles en cualquier lugar del mundo, solo los mejores y más eruditos investigadores pueden presumir de tener un conocimiento de la literatura tibetana comparable al de Csoma. De los ensayos que publicó entre 1832 y 1836 en la revista de la Sociedad Bengalí de Asia destacan los que presentan el canon tibetano, el Bka’ ’gyur y el Bstan ’gyur. El más completo fuel el de 1836 sobre el Vinaya (en tibetano ‘dul ba), el tratado del Bkan’ ’gyur dedicado a la disciplina monástica. Lo continuó en 1839 con un trabajo más breve sobre las otras clases de Kanjur: el Tantra, Prajñāparamitā, Ratnakūta, Nirvāna, etc. Este mismo año —como había hecho también varios años antes, en 1833— publicó amplias traducciones del Bkan’ ’gyur y los Sūtra del Bstan ’gyur sobre el Buda histórico y su generación. Este último ensayo, publicado aún en vida, era un conciso resumen del Bstan ’gyur (1839). Aparte de las obras canónicas, en su mayor parte traducciones tibetanas de originales compuestos en sánscrito u otras lenguas indias, Csoma se esforzó también en presentar la literatura original tibetana. Describió en un ensayo breve de 1834 los Cuatro Tantras (Rgyud bzhi), la obra fundamental de la medicina tibetana. Algunos años después publicó un esquema de las fuentes de la literatura histórica y gramatical tibetanas, mientras que su traducción del famoso poema de Sa-skya Pandita, el Subhāsitaratnanidhi, se publicaría solo tras su muerte, en 1855-56. Además, dedicó estudios más cortos a otros campos de la cultura tibetana, la geografía del Tíbet, amuletos, banderas sagradas y otros temas relacionados. Sus escritos fueron recogidos por su primer biógrafo, Tivadar Duka, 5 y aparecieron en la edición de Sir Denison Ross en Calcuta en 1912. Su obra póstuma, el Mahāvyutpatti fue publicada en tres partes sucesivas, en 1910, 1916 y 1944, en ediciones de Sir Denison Ross y Durga Charan Chatterjee. En 1984 la editorial de la Academia Húngara publicó la obra completa de Csoma en cuatro tomos.
Nuestras ilustraciones proceden de la colección de fotografías de Asia Central del otro gran investigador de Oriente Aurel Stein, conservada en la Colección Oriental de la Academia Húngara de Ciencias. Ver: Catalogue of the Collections of Sir Stein Aurel in the Library of the Hungarian Academy of Sciences, compiled by J. Falconer ––Á. Kárteszi – Á. Kelecsényi –L. Russel-Smith; edited by Éva Apor – Helen Wang; Budapest 2002. |